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Ayuntamiento de El Picazo (Cuenca)


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HISTORIA



(16 fotografías)

PICAZO (EL)

 

Villa del partido judicial de Motilla del Palancar, con los caseríos de huertas de las Vegas de abajo y de arriba, cuyos edificios no forman grupo; hallándose además diseminadas por el término casas en las huertas, una casa-batán y un chozo de labradores. Próximo a la población, a 4 km. está la ermita de San Benito construida en el siglo XVI, y reconstruida nuevamente por los habitantes de la aldea de San Benito en el 1964. Próximos a la población hay también doce cuevas para guardar vino, distribuidas en dos grupos. Los habitantes de entonces eran 1474 en totalidad.

 

Sobre la etimología del nombre PICAZO, dice Muñoz Soliva en la página 163 del tomo primero de su historia: Sale de la palabra egipcio-fenicia PIKAH, lluvia. Los griegos, viendo que las lluvias eran benéficas, le añadieron ZOE, vida; o ZOOM, animal, al observar que éstos abundaban en el término; de ahí, el nombre PICAZO, que significa lluvia vital, o pueblo abundante en lluvias y animales.

 

 

EL NOMBRE

 

Desde los primeros documentos medievales se lo nombra como Picaço o el Picaço y ya, a partir del s. XVIII, cuando se moderniza la ortografía, comienza a llamarse Picazo y el Picazo.

 

En 1839 en el Boletín Oficial de la Provincia de Cuenca aparece con el nombre de Picazo de Alarcón. A partir de dicho año salvo el año 1844 que se le llama El Picazo, sólo se utiliza el nombre de Picazo.

 

Los sellos oficiales del Ayuntamiento y Juzgado de Paz lo llaman Picazo hasta principios del siglo XX. A partir de 1910 se le agregó el artículo El en los documentos oficiales.

 

 

¿De dónde surge el nombre de El Picazo del Júcar?

 

Nunca ha sido utilizado en documentos oficiales ni por el Ayuntamiento ni por el Juzgado del Picazo, ni tampoco por la administración oficial de la provincia de Cuenca.

 

Posiblemente se deba a una costumbre para distinguirlo de otros pueblos con el mismo nombre, principalmente el de la provincia de Guadalajara, o quizás por asociación con el resto de los pueblos de la margen del Júcar que utilizan ese agregado: Olivares del Júcar, Valverde del Júcar, Villalgordo del Júcar, Alcalá del Júcar ...

 

La primera vez que aparece ese nombre en un documento oficial es en una comunicación recibida del Ayuntamiento de Campo de Criptana sobre quintas en el año 1917.

 

En los años siguientes aparece en varias comunicaciones de los Ayuntamientos de Pozo Seco (1918), Casasimarro (1919), Madrid (1920 y 1922), Almodóvar del Pinar (1923), Valencia (1924) y Manzanares (1924). Siempre en comunicaciones dirigidas al Ayuntamiento del Picazo, pero jamás en ningún documento que sale del Ayuntamiento.

Tampoco ha sido utilizada esa denominación por el Juzgado de Paz del Picazo, ni en sus libros ni en sus comunicaciones.

Nuestro pueblo siempre ha tenido un nombre: Picazo. El agregado del artículo “El” se debe a una costumbre antigua de poner artículo a los nombres de pueblos y naciones. De hecho seguimos diciendo frecuentemente el Campillo, la Motilla, el Quintanar, las Casas de Benítez, etc. , sin que el artículo sea parte integrante del nombre.

 

 

Origen y significado del nombre

 

Trifón Muñoz Soliva en 1866, en su “Historia de Cuenca” (Tomo I pág. 63) da esta curiosa etimología del nombre PICAZO: “Sale de la palabra egipcio-fenicia PICA, lluvia. Los griegos le añadieron ZOE, vida o ZOOM animal.”

 

Y así significa el nombre PICAZO, lluvia vital o pueblo abundante en lluvias y animales.”

 

Esta etimología carece de cualquier tipo de fundamento y no es probable que la primitiva población de esta región haya tenido mucha relación con egipcios ni fenicios.

 

El nombre de Picazo deriva claramente de la raíz “PIC-“ proveniente del ibérico “PIKE” que significa “cuesta o pendiente”.

El sufijo “–AZO” (igual que –ACHO Y –AYO) deriva del latín “-ACEUS,-ACEA” en sentido aumentativo o peyorativo.

Ambos designan la “cumbre aguda de una montaña”, es decir, la cima de un cerro o montaña.

 

Con este sentido aparecen diversos lugares a lo largo de toda la geografía española. Así aparece el pico Picacho en Talayuelas (Cuenca) el monte El Picazo y el caserío de El Picazo en Huerta de la Obispalía (Cuenca); Picacho, aldea y faro en Huelva; pico Picacho en Sevilla; pico Picato en Lugo; monte Picayo en Valencia, cerca de Sagunto; pico Picazo en Soria; Picazo, pueblo en Guadalajara. Todos son lugares altos o situados en alturas.

 

Casi con toda seguridad el nombre de nuestro pueblo Picazo provenga, al igual que los demás reseñados, de esta palabra ibérica con el sentido de lugar alto, cima.

 

¿Cómo se explica este significado si nuestro pueblo está situado justamente en un valle a orilla del río Júcar?

 

Esto sólo se explicaría porque nuestro pueblo haya tenido su origen en otro sitio y haya sido trasladado a su actual emplazamiento. Esto avala el que con toda probabilidad pudiera tener su origen en el cerro o pico de Santa Quiteria.

 

En la antigüedad era fundamental situar las poblaciones en lugares altos y fáciles de defender. Y esta es la situación del cerro de Santa Quiteria, aislado en medio de una vega fértil y con amplitud suficiente para albergar una población que, en su época, no sería muy numerosa.

 

 

 

 

La primitiva población instalada en el cerro se dedicaría a la caza y algún tipo rudimentario de agricultura y ganadería. A medida que fue adquiriendo importancia la actividad agrícola se fue asentando la población en la llanura, siguiendo el curso de la Rambla, hasta establecerse definitivamente en la vega del río Júcar, junto al río. Esto debió ocurrir ya bien avanzada la colonización romana.

 

 

 


 

 

HISTORIA DE EL PICAZO (Picazo)

 

Es difícil, por no decir imposible, situar con cierta exactitud el origen del pueblo y quiénes fueron sus primeros pobladores. 

 

Al tratarse de una población que, hasta bien entrado el s. XVII no ha tenido cierta importancia e independencia los datos que aparecen resultan muy dispersos y fragmentarios. Y casi todos ellos unidos a Alarcón del que fue aldea y lugar hasta bien entrado el siglo XIX.

 

Por su especial situación, en un fértil valle del río Júcar en plena región de La Mancha, debió tener algún tipo de población desde la más remota antigüedad. 

 

Los primeros restos de población que se conocen en la zona son los de un poblado celtibérico hallados en el cerro de Santa Quiteria ( actualmente en término de Tébar).

 

Los pueblos asentados en esta región fueron romanizados a lo largo del s. II a.C. y probablemente, la primitiva población asentada en el poblado del cerro , al avanzar la colonización romana y desaparecer la necesidad de protegerse de ataques enemigos, fue abandonando el emplazamiento primitivo en la altura del cerro y fue bajando siguiendo la ribera de la Rambla de Tébar ( que en la antigüedad sería un arroyo con agua la mayor parte del año) hasta afincarse definitivamente en la orilla del río Júcar, a lo largo de la calzada romana, dejando abandonado el poblado de Santa Quiteria. 

 

Es un hecho que, desde los primeros documentos que aparecen, se describen diversas casas de campo habitadas entre Santa Quiteria y el emplazamiento del pueblo actual. (La Veguilla, Calvillos, Casa de Cardos...) 

 

El primitivo poblado de Santa Quiteria debió quedar abandonado a comienzos de la época romana permaneciendo alguna población mínima desperdigada por la ribera del río Júcar. 

 

De dicha época está documentada la existencia de una vía romana secundaria que, partiendo del puente romano del Picazo, en Alarcón, siguiendo los actuales caminos de Alarcón y de la Losa, llegaba hasta La Roda (donde se unía con la vía que partiendo de Complutum (Alcalá de Henares) llegaba hasta Cartago Nova (Cartagena)).

 

La población se fue afincando por esas fechas a lo largo de la vía romana, dando lugar, con el tiempo a la calle de Alarcón y que fue el origen del actual pueblo.

 

De origen romano son todas las casas de campo que existían desperdigadas por el término y que despues de la reconquista se convirtieron en las residencias de las familias más importantes: Calvillos, la Varga, Mondéjar, Cardos, Ruiz, Marañosa, etc.

 

Con la llegada de los árabes comienza el desarrollo de un verdaderol núcleo de población y el asentamiento definitivo de la población en la ribera del río Júcar.

Si bien no quedan restos de aquel período, sí que ha perdurado su recuerdo en la cultura y forma de vida del Picazo.

 

De esta época proviene la leyenda del peñasco de la Encantada, promontorio existente al norte del término municipal y que, según dicha leyenda, está habitado por una mora encantada que cada año, el día de San Juan, baja a la orilla del río a peinar sus cabellos.

 

De esa cultura proviene diversas prácticas tradicionales en el pueblo, v.g. la forma de matar los pollos, desangrándolos antes de comerlos, según la costumbre islámica, y diversas técnicas de cultivo y construcción, en especial las presas en el río para molinos y batanes. 

 

Una de sus aportaciones principales fue el sistema de riego. Los árabes introdujeron la azuda, una rueda grande, que se colocaba en el río y que, aprovechando la fuerza de la corriente, elevaba el agua por medio de cangilones y arcaduces y permitía su distribución a través de las balsas y canalizaciones a toda la huerta. Junto con la azuda introdujeron la noria, elemento esencial en la vida del Picazo durante siglos.

 

Este sistema de riego ha perdurado exactamente igual hasta el último tercio del siglo XX en donde la instalación de motores y el riego por aspersión y goteo ha producido el abandono del sistema tradicional.

 

 

La historia del Picazo va unida a Alarcón como aldea suya hasta el siglo XVI y como lugar dependiente de Alarcón hasta bien entrado el siglo XIX, cuando adquiere la categoría de villa.

 

 

Alarcón fue conquistada definitivamente a los árabes por Don Hernán Martínez de Cevallos en nombre de Alfonso VIII en 1184. 

 

El rey Alfonso VIII, dada la importancia de Alarcón como punto estratégico de defensa de la frontera sur contra los moros, aumentó sus defensas, la repobló con gran afluencia de nobles y le otorgó un fuero propio. 

 

El Picazo, dada la cercanía debió de ser una de las primeras aldeas de Alarcón, bien por donación real o por haber sido repoblada por vecinos de Alarcón dentro de su término.

 

En el siglo XV, el señorío de Alarcón, y con él, el Picazo, pasó a poder de Don Juan Pacheco, marqués de Villena.

 

Don Juan Pacheco, primer marqués de Villena, era dueño de casi toda la Mancha, parte de Andalucía y Murcia. Sus posesiones se extendían desde Cuenca hasta Almería.

 

A la muerte de Enrique IV, el marqués de Villena tomó partido por Doña Juana la Beltraneja comenzando las guerras entre el Marquesado y los Reyes Católicos.

 

La guerra empezó en 1475 con la sublevación de Alcaraz.

 

Los reyes invitaron a todas las villas y lugares del marquesado a separarse de la obediencia del marqués y a tomar las armas a favor de la Corona. Las principales villas del marquesado, cansadas del continuo cambio de dueño, se fueron sublevando contra el marqués y tomando partido por los Reyes Católicos.

 

Los reyes exigían a las villas subevadas la entrega de las fortalezas, que solían ser derribadas a continuación para evitar nuevas sublevaciones. Y esta es la razón por la que han desaparecido la mayoría de los castillos de La Mancha.

 

Cansadas de la guerra ambas partes, se llegó a un acuerdo que puso fin a las luchas, y por el que el marqués conservaba las villas que le seguían siendo fieles quedando el resto a favor de los Reyes Católicos.

 

Duró poco tiempo el acuerdo y enseguida se desató una segunda guerra. 

 

Los reyes enviaron a Jorge Manrique y Pedro Ruiz de Alarcón a luchar contra las villas de Belmonte, Alarcón y Castillo de Garcimuñoz. Se produjeron innumerables escaramuzas por todo el territorio, saqueando y destruyendo numerosos lugares (Cañavate, Villanueva de la Jara, Villarrobledo, El Peral, etc).

 

Los vecinos de Alarcón resistieron a las tropas reales y no hubo forma de apoderarse de la fortaleza. Igual suerte corrió el Castillo de Garcimuñoz en cuyo asalto murió Jorge Manrique.

 

Los Reyes Católicos, para acabar con la sangría de dinero y soldados, el 1 de marzo de 1480 reconocieron definitivamente al Marqués de Villena la posesión de Alarcón, su castillo, término y aldeas así como la de otras villas fieles: Castillo de Garcimuñoz, Belmonte, Escalona, etc.

 

El señorío o estado de Alarcón quedó reducido a: Alarcón, Olmedilla de Alarcón, Gascas, Honrubia, Torrubia del Castillo, La Almarcha, Hinojosa, Zafra, Castillo de Garcimuñoz, Pinarejo, Atalaya, Tébar, Picazo, Rubielos Altos, Valhermoso y Valverdejo.

 

Con el final de las guerras, Alarcón y sus aldeas vivieron su mayor periodo de esplendor monumental, con la construcción y embellecimiento de iglesias y casas señoriales durante el gobierno del Marqués de Villena Don Diego López Pacheco, que falleció el 6 de noviembre de 1529. 

 

Ya a mediados del siglo XVI entra Alarcón en un periodo de decadencia, consecuencia de varias causas: el final de las guerras interiores y el valor relativo de las fortalezas y castillos; el cambio de la nobleza que va dejando sus castillos y se hace cortesana; los hidalgos que emigran al Nuevo Mundo o se establecen en las aldeas para atender sus propiedades. Es este un periodo de crecimiento y desarrollo de las aldeas que enseguida superan en población a Alarcón que queda reducido a un centro administrativo, casi despoblado. 

 

Hasta finales del siglo XVI el Picazo, se componía de unas pocas casas de huertas, dos molinos harineros en el río, un mesón en la plaza, algunas casas alrededor de la iglesia y poco más. Formaba parte de los términos de la villa de Alarcón y dependía del marqués de Villena, que nombraba a los alcaldes y demás autoridades.

 

A finales del siglo XVI y a lo largo del XVII se va trasladando al Picazo la mayor parte de los hidalgos de Alarcón y Tébar y aquí construyeron sus casas señoriales de las que se conservan las más importantes. 

 

Así aparecen los Morales, Cardos, Granero, Carrillo, Peralta, Montoya, Villanueva, Portillo, Ruiz de Monsalve, Peñaranda, Mondéjar, Alfaro, etc.

 

A mediados del siglo XVIII, según el catastro del Marqués de la Ensenada (1752) el Picazo tiene una población de 281 vecinos, 1080 habitantes y supera ampliamente a Alarcón, aunque sigue dependiendo administrativamente de él. 

 

EL PICAZO EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

 

El Picazo tuvo un papel destacado en estas luchas por su situación estratégica ya que estaba situado en uno de los pasos más importantes del río Júcar que comunicaba Levante con el Centro y Andalucía. 

 

Su importancia estratégica en las comunicaciones queda reflejada en el expediente tramitado con el Supremo Consejo de Castilla en 1788 para reparar el puente del Picazo debido a “que es frecuentadísimo ... para las capitales de Cádiz, Toledo, Real Sitio de Aranjuez y otras, desde el Reino de Valencia y gran parte del de Cataluña y de toda esta circunferencia...”.

 

El antiguo puente de madera fue reconstruido desde sus cimientos por el vecindario en el año 1808 y sustituido por otro que tenía pilares de piedra y una plataforma de madera para el paso de vehículos y peatones.

 

Este puente ha servido como único paso del río Júcar hasta 1973 en que se construyó el nuevo puente.

 

En los primeros días del mes de julio de 1808 se presentaron por primera vez los franceses en el Picazo. Varias divisiones y partidas pasaron cuando se dirigían desde San Clemente, donde habían instalado su campamento, hacia Valencia, para ocupar la región de Levante.

 

A la llegada de las tropas francesas, la mayor parte de los habitantes del pueblo se marcharon a los montes cercanos y solamente quedaron en el pueblo el alcalde Juan Manuel Pastor, el cura y algunos ancianos y mujeres.

 

Los franceses acamparon en el pueblo y exigieron al Alcalde que les surtieran de raciones de pan, vino, carne, cebada y otros artículos, bajo amenaza de saquear el pueblo.

 

Una vez surtidas las tropas francesas, prosiguieron viaje hacia Villanueva de la Jara e Iniesta, dejando un destacamento de soldados para cuidar el paso del puente, indispensable para proteger los correos y cuidar la retaguardia.

 

Cuando regresaron las tropas desde Valencia se produjo un hecho que puso al pueblo al borde de la destrucción. Así lo narra el alcalde: “ estando de permanencia una división crecida en Villanueva de la Xara, a dos leguas cortas de distancia, ocurrio que siete hombres armados acometieron dentro del pueblo a diez soldados franceses con un cabo, matando cuatro y llevándose malheridos los seis restantes con auxilio para todo de algunos vecinos”.

 

Ante esta situación, los pocos habitantes que quedaban en el pueblo se marcharon para evitar las represalias, quedando el alcalde Juan Manuel Pastor prácticamente sólo.

 

En un periodo de guerra generalizada en toda España, los pueblos quedaron abandonados a su suerte, tanto en lo administrativo como en la seguridad. Y más todavía por el hecho de estar sin jóvenes por las sucesivas levas de soldados. Para tratar de paliar esta situación la Junta de Defensa de Cuenca ordenó establecer la defensa de los pueblos por sus propios habitantes y el ayuntamiento del Picazo acuerda el 22 de mayo de 1809 organizar la Milicia Honrada y elegir el uniforme "... acordaron que la divisa que pueden llevar los voluntarios honrados de este pueblo es solapa y collarín encarnado, botón con un lema que designe su clase y el pueblo, sombrero redondo." 

 

Durante el año 1812, como ya habían hecho con anterioridad, las tropas españolas acamparon en varias oportunidades en el Picazo aprovechando el paso del puente para sus marchas entre Valencia y Madrid. Y como de costumbre, se surtieron de provisiones en el pueblo, dejando abultadas facturas que nunca pagaron y el Ayuntamiento tuvo que recurrir a sucesivos repartos entre los vecinos.

 

LA MILICIA NACIONAL

 

La Constitución de Cádiz determinó la creación de un cuerpo de milicias nacionales, pero éste no se configuró hasta bien entrado el Trienio Liberal (1820-1823).

 

En abril de 1820 se comenzó a poner en marcha la creación de la Milicia Nacional con el fin primordial de abortar las intentonas golpistas de la Guardia Real, de carácter absolutista.

 

Los milicianos se elegían entre quienes disponían de propiedad, renta, industria u otro modo de subsistir a juicio del ayuntamiento y los cargos eran amovibles y electivos y eran compatibles las funciones en la milicia con la actividad profesional.

 

Entre las obligaciones de la milicia estaban: “sostener la Constitución”, “dar las patrullas necesarias para mantener el sosiego público” y “defender los hogares y términos de sus pueblos de los enemigos interiores y exteriores”

 

El Picazo, que era un pueblo de ideas bastante liberales, enseguida se puso manos a la obra para constituir su milicia. que quedó formada por 56 milicianos y disponía como armamento de 11 escopetas y 4 bayonetas.

 

La milicia fue un instrumento muy importante en la vida del pueblo durante la mayor parte del siglo XIX, ya que era la única fuerza de orden en los pueblos hasta que se constituyó la Guardia Civil y se fue haciendo cargo del orden público en las zonas rurales. La milicia del Picazo tuvo un papel destacado durante las guerras carlistas.

 

LAS GUERRAS CARLISTAS

 

Al comienzo de la sublevación carlista hubo muchos intentos en diversos pueblos de las provincias de Cuenca y La Mancha de unirse al partido carlista.

 

En realidad la mayoría de las partidas de la Mancha, más que carlistas de ideas, eran grupos que se dedicaban a combatir por su cuenta y en provecho propio, recaudando y extorsionando a los ricos y a los pueblos.

 

En el mes de setiembre de 1834 se produjo un levantamiento de facciosos carlistas en Campillo de Altobuey, que fue atacado por la partida de Perejil.

 

La milicia del Picazo alertada, sale al completo a defender Campillo y, aprovechando su ausencia, el tres de setiembre se produce un levantamiento de los carlistas del Picazo, dirigidos por Pedro Aquilino Zapata, de 23 años, estudiante de filosofía, natural de Cardenete, considerado el comandante de la sublevación.

 

Una vez que salió la milicia hacia Campillo de Altobuey, el alcalde Don Tomás Martínez, que desconfiaba de los vecinos del pueblo que eran simpatizantes carlistas, en la noche del dos de setiembre de 1834, se pasó por las casas de varios de ellos y comprobó que ninguno estaba en ellas.

 

Los hizo llamar al Ayuntamiento a la mañana siguiente y les reconvino por esta falta y se disculparon por haberse ausentado.

 

El alcalde, no estimando suficiente la disculpa, les ordenó que se presentaran en la cárcel para dejarlos detenidos como precaución al ser consciente de que no tenía fuerzas de la milicia para evitar cualquier sublevación.

 

Los carlistas le suplicaron que les permitiera comer en sus casas antes de ingresar en la cárcel, y habiéndoles dado permiso para ello, en lugar de hacerlo así, se marcharon todos juntos hacia la chopera del puente.

 

Presumiendo el alcalde que esta reunión fuese la preparación deuna sublevación, se dirigió, como a las tres de la tarde, al sitio donde estaban para arrestarlos, acompañado del regidor Vicente Olivares y el secretario, Juan Bernardino Turégano, y los cinco únicos milicianos que habían quedado en el Picazo.

 

Cuando se acercaron a una distancia de cincuenta pasos, salieron de la chopera los que estaban emboscados en ella haciendo fuego con las armas que llevaban dando al mismo tiempo las voces de ¡Viva Carlos V! y ¡A ellos!.

 

Viendo el Alcalde la superioridad de las fuerzas de los sublevados retrocedió y mandó a los que le auxiliaban que le siguieran al pueblo para rehacerse con más fuerzas, pero los sediciosos los rodearon con algazara y gritería , haciendo muchas descargas de sus armas.Una de las balas dio al secretario Juan Bernardino Turégano causándole la muerte en el acto. 

 

Las fuerzas leales se replegaron hacia el pueblo y el alcalde llegó a su casa pálido y sin poder casi respirar pidiendo a toda prisa el caballo y montando en él en pelo marchó a escape a Tébar para traer las milicias de ese pueblo.

 

A continuación los sublevados avanzaron hacia el pueblo y atacaron la casa del alcalde y varias casas de los miembros dela milicia de las que sustrajeron diversos efectos y dinero. 

 

Una vez realizados los saqueos, y ante el peligro de que llegaran refuerzos de Sisante y Tébar, se retiraron hacia el puente desde donde, reunidos ya en facción, escaparon por la vereda adelante, yendo a esconderse en la casa de campo llamada Navodres, cerca de Buenache de Alarcón.

 

Cuando se encontraban escondidos en Navodres se corrió la voz de que llegaban los nacionales y cada uno tiró por su lado. Algunos fueron capturados enseguida y otros se marcharon hacia la sierra de Cuenca a incorporarse a las tropas de Cabrera.

 

A lo largo de los años 1835 y 1836 se siguen produciendo continuos saqueos y robos en los pueblos provocados por las partidas carlistas que deambulan por la región.

 

En el mes de marzo de 1836 las partidas eran un peligro real para los pueblos del partido y el Comandante General de la Provincia se dirigió a las milicias de guardias nacionales de los pueblos solicitando ayuda para eliminar las partidas carlistas y recuperar la tranquilidad de los pueblos.

 

La milicia del Picazo, siempre dispuesta, se ofrece en su totalidad para salir en auxilio de los pueblos atacados, pero el Ayuntamiento, recordando la trágica experiencia del 3 de setiembre de 1834, acuerda enviar a la mitad de la milicia, permaneciendo la otra mitad, junto con algunos voluntarios, de guardia, en el pueblo.

 

La entrada de las partidas carlistas en los pueblos para cobrar impuestos y robar es una constante durante estos años. Para prevenir lo más posible los daños, las milicias del partido de Motilla se organizaron y repararon el castillo de Alarcón para instalar en el un grupo permanente de la milicia que servía tanto para la defensa de la comarca como para dar refugio a los liberales más comprometidos de los pueblos, cuando se acercaban partidas carlistas.

 

La guarnición del fuerte de Alarcón estaba constituida por milicianos de los pueblos que cubrían el servicio de forma rotativa, pagando cada Ayuntamiento el sueldo fijado a sus milicianos.

 

El Picazo, por la importancia de su milicia y las numerosas salidas que había hecho para atacar a las partidas carlistas tenía un numeroso grupo de liberales que eran buscados por los carlistas y corrían peligro, entre ellos varios miembros del Ayuntamiento.

 

En prevención de posibles ataques al pueblo, el Ayuntamiento en 20 de febrero de 1837 acordó el nombramiento de un ayuntamiento paralelo para ponerse al frente del pueblo y recibir a las partidas carlistas en caso de tener que escapar los liberales a refugiarse en Alarcón.Asi tenían un ayuntamiento para recibir a las tropas leales y otro para recibir a las tropas carlistas.

 

Todavía a fines del año 1838 se hallaban 15 vecinos en las filas rebeldes y solamente 3 se encontraban en las filas nacionales.

 

El Picazo, desde la primera guerra carlista mantenía un importante grupo de simpatizantes del carlismo bien organizado a cuyo frente existía una junta integrada por D. Gregorio Sáiz, D. Mariano Miguel Blasco, D. Estanislao Vallés Martínez, D. Julián Pastor Meneses, D. Gerardo Sáiz Sáiz, D. Felipe Sáiz Pastor y D. Isidoro Pastor Montejano.

 

Al comienzo de la tercera guerra, y por orden del Gobernador Civil de la provincia, quedó disuelta la citada junta.

 

Los simpatizantes más entusiastas se marcharon inmediatamente a enrolarse en las filas carlistas e incluso a fines del año 1874 no se pudieron enviar al ejércitos los mozos a los que les correspondía incorporarse porque, según comunica el Ayuntamiento al Gobernador Civil, todos los mozos de la quinta se habían marchado a los carlistas.

 

Una vez que se proclamó rey a Alfonso XII, la guerra carlista dio un vuelco y comenzaron a desaparecer las partidas de la provincia de Cuenca.

 

Los vecinos del Picazo que estaban en el bando carlista, comienzan a desertar a partir de mediados de 1875 y regresan al pueblo, acogiéndose al indulto concedido por el Rey a los que abandonasen las armas. 

 

Con relación a los vecinos que todavía no habían regresado, el Gobierno Civil tomó medidas de destierro para sus familias, entregándoles pasaporte para su destino. Las familias en que quedaban otros hijos varones en edad militar, fueron desterrados a Mallorca y las que no los tenían, fueron desterrados a Estella, la capital de los carlistas. 

 

Las secuelas de la guerras carlistas, favorecido por los indultos generales, terminaron rápidamente y así el 1 de octubre de 1876, ya no quedaba vecino ni familia que estuvieran desterrados o confinados.

 

Las ideas era otra cosa y por lo que se ve, los carlistas del pueblo siguieron manteniéndose en ellas y así, todavía el 8 de enero de 1887 el alcalde se ve en la obligación de comunicar al Gobernador Civil “que algunos vecinos de esta localidad se presentan en público con boinas rojas". 

 

Documentación: Benedicto Collado

+ info: www.elpicazo.net



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